¡Marzo! ¡Viene Marzo…! El astro de rubios
cabellos, la huerta satura y orea.
Son las brisas tibias y llenas de efluvios…
¡Marzo! ¡Viene Marzo! ¡Bienvenido sea!
El amplio horizonte no ostenta vellones
de nieblas, ni nubes de colores densos:
los grandiosos cielos, regios pabellones
son diáfanos, puros azules intensos.
Las flores despiertan de su frío sueño
abriendo a los besos del sol sus corolas;
sobre los sembrados de verdor risueño
florecen sangrientas miles de amapolas.
El ruiseñor teje la canción primera;
el límpido arroyo musical suspira…
El vaho perfumado de la primavera
en ráfagas cálidas por doquier se aspira.
Los undosos huertos de las rojas frutas
estallan de blancos azahares en poemas,
mientras sus cosechas por cientos de rutas
transportan los carros esparciendo aromas.
Bulliciosas aves van en batallones
por el cielo claro espacio batiendo las alas.
El almendro, mágico, rompe sus botones
y los tallos viste con sus níveas galas.
Medran las moreras… El rudo huertano
lanza tras la yunta su tonada, queda,
mientras piensa, alegre, que pronto el gusano
le dará montones de amarilla seda…
Buscan los jilgueros donde hacer su nido,
croa la rana al borde de la limpia alberca…
¡Todo, todo dice del Abril florido!
que a gigantes vuelos se acerca, ¡se acerca…!
Entre rumorosas y amenas riberas
su caudal fecundo derrama el Segura:
remécense gráciles las altas palmeras…
¡La huerta está ebria de luz y hermosura!
La noche se cierra de estrellas cuajada…
Entre sus misterios el amor incita…
El alma cansina siéntese alentada
y el corazón viejo juvenil palpita.
¡Marzo! ¡Viene Marzo pródigo y amigo
reanimando vidas y sembrando flores!
¡Marzo, te saludo! ¡Marzo, te bendigo…!
¡Tú has hecho que en mi alma broten los amores!
Miguel Hernández